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Tras el golpe militar del 1 de febrero, un enorme movimiento de desobediencia civil impidió que la junta consolidara su control sobre el país. Sin embargo, desplegó de nuevo todo su arsenal represivo para intentar aplastar la disidencia popular. El ejército interviene en todo el país y ya no sólo contra las minorías étnicas de la periferia. Frente a esta represión asesina, se han generalizado nuevas formas de autodefensa popular. La resistencia es ahora un proceso a largo plazo y está experimentando grandes cambios. Ya no es posible volver a la situación anterior al golpe: una cohabitación entre el gobierno elegido y los militares. A partir de ahora, la cuestión que se plantea es la de las alternativas. Y, en este ámbito, tampoco se podrá volver al pasado. En realidad, Birmania/Myanmar ha entrado en un nuevo periodo[1]. ¿Qué Birmania-Myanmar emergerá de las movilizaciones actuales?