Francisco y Amparo están ahí, en ese rincón de casa al que él nunca pudo volver, con las entrañas hechas fosfatina al igual que el fuselaje del trasto aquel cuando las imágenes que propagan el desquicie del aeropuerto de Kabul remueve todo por dentro. «Estos días el desasosiego es mayor» recalca el padre del sargento Paco Cardona, uno de los militares españoles que se dejó la vida en el avioncete que les tenían preparado sus graciosas autoridades en mayo de 2003. De los 102 españoles que no han alcanzado a ver el final de la película, 62 iban el Yakovlev-42.