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El hombre de la bolsa - El litoral

El hombre de la bolsa Del libro “Aparecidos, tesoros y leyendas” Una de las enfermedades que causaban terror en el mundo, hasta hace muy poco, era la lepra. El solo nombrarla causaba terror. En la ciudad de Corrientes, el Lazareto era un lugar de destino obligatorio para aquellos desdichados que sufrían la desgracia de padecerla. El lugar de internación era obligatorio, severo bajo sistema carcelario, que cambió de lugar muchas veces, hasta su definitiva instalación en la Isla del Cerrito, último reducto que existió hasta el descubrimiento del remedio que controló y domó a la enfermedad quitándole el estigma, los enfermos podían convivir con los demás.

Fantasma del Archivo - El litoral

Fantasma del Archivo Del libro “Aparecidos, tesoros y leyendas” Sé, por conocimiento personal, que el señor director actual del Archivo General de la provincia de Corrientes posiblemente no crea en estas apariciones metafísicas, tiene todo el derecho del mundo a no creer, porque quien no ve no cree, en muchos casos. El inconveniente que se presenta resulta de la cuestión que algunos de sus empleados ven a un hombre vestido de forma extraña para la época, que tranquilamente aparece en los lugares más insólitos de la institución que custodia los documentos allí reservados, saluda a los presentes para luego continuar su paso hacia otras zonas, donde se pierde entre los documentos, desapareciendo sin dejar rastros. 

El verdugo en Corrientes - El litoral

El verdugo en Corrientes Del libro “Aparecidos, tesoros y leyendas” El oficio de verdugo se consideraba vil aunque necesario, más bien imprescindible. El oficio se mantuvo hasta el siglo XIX mientras duró la pena de muerte; abolida esta, el oficio de verdugo real o de la patria dejó de existir. Quedaron, sí, los asesinos del Estado y los asesinos fuera del Estado. Un escritor sostiene: “El verdugo no encuentra corazones que lo amen ni manos que estrechen las suyas. El verdugo inspira asco y temor. Lleva en sí algo de cementerio. Es menos que un cadáver que paseara por la tierra, porque en los muertos hay siquiera un no sé qué de santidad”.

El silbido del ahogado - El litoral

El silbido del ahogado Del libro “Aparecidos, tesoros y leyendas” El Gringo, parado en la esquina de Brasil y Rivadavia, pegando gritos le preguntó a doña Esperanza dónde estaba Antonio, que debía jugar el domingo a la mañana un partido de fútbol con los jóvenes del barrio, en la que entonces se denominaba cancha de San Pablo. No era más que un gran potrero que bordeaba una laguna alrededor de la cual se iba gestando un nuevo barrio a la vera de las vías del tren Urquiza que agreste pasaba por ese lugar haciendo sonar sus bocinas avisando de antemano a los que transitaban por la avenida Maipú el cruce del portento de hierro. La mujer contestó: “Se fue a Itatí con unos amigos a comer un asado, pero vuelve a la noche”.

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