No soy afecto al uso de improperios, pues si todos nos ponemos en eso convertimos la convivencia en una cloaca. Sin embargo, hago una excepción con el título de un libro que no puedo obviar en mi análisis de esta nota vinculada a la maldad.
Hace un tiempo escribí sobre la importancia de los buenos modales al efecto de mantener la vara alta, puesto que
si recurrimos a groserías de diversa catadura transformaremos las relaciones sociales en algo pútrido. Es llamativo que los hay que se quejan de la decadencia cultural y, sin embargo, emplean palabrotas de grueso calibre en público como si una cosa no tuviera que ver con la otra.