Culiacán, 3 de agosto (Ríodoce).– En la zona serrana de
Badiraguato, la
COVID-19 llegó de manera callada. Arribó con los turistas, con las visitas de amigos y familia, y con quienes regresaron de algún menester que tuvieron en Culiacán o en cualquier otro lugar.
Imperceptible, como un polizón viajando de contrabando en los pulmones de un conocido o desconocido, así llegó el
coronavirus a Badiraguato. Y una vez ahí contagió a quienes pudo: a los más débiles, a los más enfermos, a niños y ancianos, incluso a quienes se creían poderosos. Y fue entonces que atrasó a gran parte de la población.