El fuego de la resilencia y las lágrimas de la resistencia
close
El último año y medio ha sido duro. Muy duro. Es algo obvio, sí. Pero, a veces, trata de diluirse como medida de autoprotección para la salud mental. Uno piensa, quizá erróneamente, que es mejor seguir adelante sin reparar demasiado en ello. Luego se descubre con una lágrima en la mejilla mientras la delegación de Vanuatu desfila orgullosa en la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos y piensa: Vale, a lo mejor sí que me ha afectado un poco todo esto de la pandemia . Luego lo confirma cuando es imposible contener la emoción al ver a Naomi Osaka encender el pebetero. Ella es el mejor ejemplo de que las patologías mentales están a la orden del día y no conocen de condición, clase o estado físico. Esa antorcha es luz para la oscuridad de su propia enfermedad. Y también para del mundo.