Enviar
El separatismo catalán es una fabulosa máquina de propaganda, una monumental factoría de mentiras y trampantojos que tiene sorbido el seso a un porcentaje nada desdeñable de la población, un porcentaje que dista de llegar a la mitad de la ciudadanía pero cuya principal cualidad es la resistencia frente a la verdad. Por ejemplo, a un independentista catalán le parece que
Carles Puigdemont es un pobre exiliado perseguido por la injusticia española y no hay manera de sacarlo de ahí.
Tanto le da que el prófugo viva a todo tren en Waterloo, donde ha establecido una especie de Palmar de Troya del separatismo. O que su mujer, doña