Desde Viana,
el Camino asalta Logroño por una empinada cuesta al encuentro del río Ebro para compadrear juntos durante unos metros. Solo hasta el Puente de Piedra, por el que la ruta cultural y religiosa más transitada de Europa salva hacia el oeste el cauce que corre a la contra hacia el amanecer. Cada uno a lo suyo, río y Camino se dan la espalda. Es temprano y los primeros rayos del sol tibio de primavera se agradecen para aliviar el fresco que a esas horas sube desde el agua aún turbia por las últimas tormentas de mayo. La cita es en el fielato, el zaguán donde la ciudad recibe a los peregrinos. La Asociación de Amigos del Camino lo atiende desde hace alguna década.