27/07/2021 00:15
Salvo en raras ocasiones, viajar es un martirio escasamente justificado. Obviamente, no me refiero a quienes lo hacen porque no tienen más remedio, sea en pateras o en la business class para ejecutivos. Ni a los ricos, que se mueven en esa burbuja de confort que proporciona el dinero y que hace que tanto dé estar en Abu Dabi como en Santander. Hablo de quienes, con presupuestos limitados (aún más en estos días aciagos para las clases medias), han sido convencidos por alguna mente retorcida de que desplazarse en condiciones propias de penitentes a lo largo y ancho del planeta es un placer sibarítico, un signo de estatus y hasta una actividad cultural. Cualquiera que haya visto a esas legiones sudorosas correteando por el Louvre para hacerse una selfie con la