19 de julio 2021 , 12:37 a. m.
Fui a un almacén de cadena a buscar unas prendas que les faltaban a los niños. La música electrónica sonaba a todo volumen, las luces blancas nos hacían a todos –éramos muchos– marchar a ritmo acelerado.
Letreros de descuentos competían en espectacularidad: 20%, 30 %, 40 %, 50 %, montañas de ropa se desbordaban hasta caer al suelo. Pensé en esas prendas que rebosaban la canasta hasta terminar en el piso, en algunos casos incluso pisoteadas por los zapatos de los muertos vivientes que atestábamos el lugar con nuestra ansiedad, con nuestro canibalismo impuro. Ese afán de no hacer parte de los que sobran, de los que no “clasifican” a la final de cualquier cosa, en búsqueda constante del Santo Grial entre sacos de marca con letreros gigantes. Pagamos con nuestro propio dinero por promover sus emporios, GAP, Nike, Adidas, gritan los avisos andantes que son nuestros cuerpos.