LA marcha de
Angela Merkel deja un hueco en la política europea y mundial bien difícil de cubrir. En los 16 años de mandato al frente de Alemania su liderazgo traspasó las fronteras nacionales y mismo europeas, con efectos beneficiosos para todo el orbe, en tiempos tan convulsos como estas dos décadas del siglo XXI que comenzó con la barbarie yihadista y ahora lucha contra un virus de efectos devastadores. La canciller es un referente de sensatez, cordura y sabiduría, a punto de enrolarse en su vida privada. A finales de septiembre dejará el poder, sin ruido pero con huella profunda. Con la misma templanza que llegó e igual que supo gobernar su país y, de facto, Europa. En toda su trayectoria pública, Merkel siempre transmitió seguridad, credibilidad; sentido común en definitiva.