Al margen de las posibles responsabilidades en los procesos judiciales del rey Juan Carlos I y de su indiscutible deterioro político y moral, se debe acabar cuanto antes su extraño destierro.
Podríamos rellenar muchísimas páginas para concluir que la objeción de conciencia es individual. La propia teología moral y la dogmática de la Iglesia Católica reconocen la conciencia individual o la individualidad de la misma como el más alto tribun
¿Qué les ofrecemos a los jóvenes para que puedan hacer sin mayor riesgo eso que llamamos nueva “vida normal”, o para que puedan encontrar su lugar en esta nueva situación social para todos?
Si Pedro Sánchez quiere liberar a la sociedad española de la humillación que supone el largo “viaje” que él mismo y Felipe VI le organizaron a Juan Carlos I, puede hacerlo mañana mismo.
Solo vale la pena vivir en concordia y en sobresfuerzo común, respetable y respetado, fiel cada quien a su singularidad, porque el “Santiago y cierra España” ya es un grito muy rancio, muy inútil, y muy inviable.