El 10 de marzo de 1938, quizás el 11 por la mañana, Ludwig von Mises abandonaba su querido hogar vienés. Ese mismo día 11, tropas alemanas al mando de Himmler entraron en la capital austriaca, y dos días después un pelotón de la Gestapo irrumpió en su domicilio. No le encontraron, pero confiscaron su biblioteca, que añoró el resto de su vida, y sus papeles.
Los empaquetaron en 21 cajas, y nada más se supo de ellos hasta que, en los primeros días de mayo de 1945, el Ejército soviético los localizó. Los comunistas se los llevaron y clasificaron, y quedaron almacenados en Moscú hasta que en octubre de 1996 fueron hallados por Richard Ebeling y su esposa. En definitiva: la conservación y clasificación de los papeles perdidos de Mises fue cosa de los socialismos alemán y ruso, de los que nuestro hombre fue el principal crítico en el siglo XX.
Lord Acton: Libertarian Hero
[Originally published April 4, 2006, at LewRockwell.com]
“You would spare these criminals, for some mysterious reason. I would hang them higher than Haman, for reasons of quite obvious justice; still more, still higher, for the sake of historical science.”1
Thus ends a long passage of a letter from John Emerich Edward Dalberg Acton, First Lord Acton (1834–1902) in which appears his famous aphorism regarding power’s tendency to corrupt its possessor. In a few words to a fellow historian, who regarded his critic as the “most learned Englishman now alive,” his vast historical knowledge, passion for justice, and love for his Church are fused and brought to a fine point.2