Por: Víctor Diusabá Rojas
No sé dónde o de qué manera figuran Jorge Restrepo Hernández y Diego Ramos Ramírez en aquellas exclusivas y selectas listas que surgen de los conventillos de quienes se precian de saber de arte. Conventillos sobre los cuales la inefable Emma Reyes, pintora y escéptica de oficio, tenía su propia lectura. En general, decía, los críticos lo son por frustración.
Lo que sí sé es que Restrepo y Ramos, ambos jóvenes y discretos señores, despiertan profundas sensibilidades con esos trazos suyos, si bien diferentes en su concepción, muy similares en ser el resultado de la naturalidad con que hacen lo que les apasiona y tanto nos conmueve.