La Primavera, Botticelli, 1482.
Cuando se pone el sol sobre Florencia, la ciudad se quita la máscara y recupera su faz. Los turistas vuelven al crucero atracado en Livorno o se refugian en sus hoteles, agotados por el paseo y los plantones; es la hora en la que los florentinos se reúnen en cualquier plaza para tomar un Aperol con la
apericena antes de regresar a casa. Los estudiantes universitarios, en su mayoría erasmus, guardan cola en la acera de All’antico Vinagio si no hace demasiado frío o demasiado calor para comprar uno de sus inabordables bocadillos, o se acercan al Yellow a probar la pasta más fresca de la Toscana.
Viaje a Grecia
CULTURA/S
Una aproximación al país heleno con algunas obras literarias que recrearon su magia, De Platón a Kazantzakis o Gerald Durrell
Cristina Spanò
En las líneas finales de su breve ensayo On not knowing Greek (1925), Virginia Woolf escribió que regresamos a los griegos cuando estamos cansados de la vaguedad y de la confusión de nuestra época. Desde los quince años la autora británica había dedicado muchas horas y esfuerzos a aprender el griego clásico. En aquella antigua lengua descubrió una visión del mundo bella y elegante; una manera compleja de aprehender la realidad y de nombrarla. El griego antiguo permitía a Virginia Woolf sumergirse en los mecanismos mentales de un pueblo extraordinario que literalmente creó la civilización occidental y nos legó la filosofía, las matemáticas, la geometría, el arte, la oratoria y la democracia. Sumergirse en la lectura de Sófocles, por ejemplo, suponía para ella trasladarse a una mañana d