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Por Beatriz Pereyra
La marcha le salvó la vida a Horacio Nava Reza. La prueba más extenuante del programa olímpico, esa en la que se caminan 50 kilómetros y los competidores a veces cruzan la meta casi al borde del desmayo, es la que Nava abrazó desde que era un escuincle de escasos
10 años y vio en la televisión a Carlos Mercenario ganar una plata en Barcelona 92.
En la cabeza le anidó la idea de ser como él, un mexicano con la capacidad
de recorrer esa distancia tan bien como para subir a un podio olímpico en medio de un estadio con gradas repletas de un montón de gente que, con el aplauso, reconoce el esfuerzo.