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La imagen clásica de los homosexuales nos lleva a las ciudades: las cabalgatas del Orgullo, las discotecas de ambiente, el grupo. Los pueblos pareciera que están vacíos de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales. Pero no es así. Están, cada vez menos solos y menos silenciosos, y no necesariamente viven una vida de ocultación y miedo. No todo es blanco o negro, no siempre es peor la vida en el campo para quien ama a alguien de su mismo sexo o para quien es trans. Diferente, sí. Porque sus condicionantes son otros y porque una vida mueve a un clan entero: “Cuando uno sale del armario en un pueblo, sale toda la familia”.