Josep Maria Palau Riberaygua
Actualizado a 21/07/2021 08:48
El paisaje es una sucesión interminable de cumbres nevadas y pastos verdes a sus pies. Curva tras curva, las montañas son siempre protagonistas. Pero hay que estar atento y no distraerse demasiado contemplándolas, ya que tras el próximo repecho seguro que aguarda el enésimo rebaño de caballos, ovejas o vacas, trotando alegre en medio de la carretera. Por suerte, los límites de velocidad son muy bajos en Kirguistán, la denominada “Suiza de Asia central”, un destino donde el contacto con la naturaleza lo es todo.
Los trámites de entrada casi decepcionan de lo fáciles que resultan en los tiempos que corren. Tras una breve comprobación sanitaria, todo son sonrisas y sellos estampados en el pasaporte. El aeropuerto reluce de limpio, y esta va a ser la tónica general también en toda la hotelería y restauración del país, incluso en los establecimientos más sencillos.
The plain stretches out below the purple mountains, as a herd of horses run and scatter yellow dust up into the dull green grasses. There is a sense of silence to the valleys, a huge openness of space and of a movement of light across the landscape that tricks you into thinking that the very wind or sky is alive.
A bright freshness, a crispness of air, where colours seem more bold, more contrasting, more fluid. The light changes the very mood or shape of a valley, from soft to harsh and back again. This wildness is emotional and the weather changeable in an instant.