Un recuerdo del clima
Cada vez que veo un árbol cortado de cierto tamaño me pongo a fantasear con el grosor de los anillos que se ven en su superficie. Haciendo cuentas, intento ver si localizo el verano sofocante del 2015 o, yendo más atrás, los años lluviosos de mis tiempos de estudiante, o aquella nevada de 1983. No es fácil, digan lo que digan los profesores de ciencias naturales. Mi experiencia es que los árboles tienen tan mala memoria como nosotros e, igual que «los más viejos del lugar no recuerdan un año tan caluroso» o tan frío, porque en realidad confunden unos años con otros, los anillos de los árboles cambian de grosor dependiendo de si al árbol le da sombra otro, de si está al abrigo del viento o no, y muchas otras cosas.