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Durante el tiempo que sigue a los procesos de Moscú, el aparato de propaganda creado por la cúspide estaliniana aplicó el concepto “hitlero-trotskista”, según el cual el propio Trotsky se veía con Hitler para alimentar la conspiración y el sabotaje, si bien en el tiempo del pacto nazi-soviético, Trotsky se pudo al servicio del imperialismo liberal o sea de los que serían los aliados, más tarde, con ocasión del cisma yugoslavo se codificó el concepto “tito-trotskista”, y las variaciones se extendieron según los tiempos y los lugares. Décadas más tarde, surgió una nueva variante. Partiendo de la reconversión de algunos intelectuales que en su juventud habían militado en los USA en la IV Internacional, para finalmente ponerse al servicio de los “neocpons”, se acuñó una frase que sería repetida desde diversos. Se llegó a decir que “no se podía ser una buen neocons sin haber sido antes trotskista”, un dislate que tenía un punto de verdad: los renegados le habían dado la vuelta a las concepciones del internacionalismo reinventado por la escuela para darle un sentido opuesto. El de una contrarrevolución mundial permanente en la que, ciertamente, se podía caracterizar el proyecto de la “Internacional” neoliberal…