Toro Sentado, Mallorca y la clase de religión
Este martes –Santa Margalida se prodiga en efemérides, no solo astronáuticas– se cumplieron 140 años desde que el caudillo Toro Sentado se rindió a las autoridades caucásicas norteamericanas resignándose a pasar sus últimos días en la reserva de Standing Rock (Dakota), en la que acabaría falleciendo de un disparo. De estas cosas se entera uno leyendo Ultima Hora, claro.
El caso es que, después de haber derrotado a las tropas gringas –cinco años antes– en la batalla de Little Big Horn, el gran jefe de la nación siux hubo de vagar por los territorios del norte de los Estados Unidos y sur de Canadá buscando un lugar en el que establecerse con sus hombres y familias sin molestar a los rostros pálidos, mientras la propaganda yanki se encargaba de ejecutar la táctica que tan buenos frutos daría décadas después a un tal Goebbels, la de deshumanizar al adversario, empeño en el que trabajó casi cien años.