Desde el siglo XX | Pedro Sánchez, osado hasta que la suerte le dé esquinazo
La audacia que en sus decisiones acompaña al presidente queda fuera de duda; implacable, como solo saben serlo políticos de raza: ejecutar sin contemplaciones
Pedro Sánchez.
En algún momento la suerte abandonará a Pedro Sánchez. Llegará el día en que la audacia, acreditada osadía, no le sacará del declive, no impedirá que su tiempo concluya. Hasta que llegue el final, al igual que en su día Adolfo Suárez, da sobradas muestras de decisión, de arriesgar para sobrevivir, que es, por supuesto, fundamental propósito de político que quiera dedicarse a la cosa pública. Durar es inamovible axioma. Quien no lo asume torna quebradizo, le rompen las piernas casi de inmediato. Tenemos en España ejemplo relativamente reciente: el sucesor de Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo Sotelo, elegido presidente del Gobierno al día siguiente del abortado golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, ni tan siquiera fue capaz de encabezar la lista electoral de su partido, Unión de Centro Democrático (UCD), en las elecciones generales de octubre de 1982. Se fue a casa sin hacer ruido. Sánchez, al contrario que Suárez, juega con ventaja: tiene a su disposición al partido más sólido (con anuencia del PNV) de España. El PSOE no es UCD. 140 años de alborotada, dramática, subterránea en décadas, trayectoria imprime carácter. A Sánchez el PSOE lo arrojó por la ventana en violentísimo comité federal que lo apeó de la secretaría general. Se tuvo que apuntar al paro. Alguien que ha pasado por tal tesitura llega más que llorado, blindado. Ha exhibido ambas características al deshacerse impávido de José Luis Ábalos, Carmen Calvo e Iván Redondo. Apiola a quienes le acompañaron en la tenida por imposible quimera de reconquistar la secretaría general del partido y llegar a Moncloa. Ya no están. Él sigue.