Mientras un gran grupo de barbudos entraba triunfal en La Habana, una familia acomodada salía de Cuba para no volver. F
idel Castro y el Che Guevara, al mando de los guerrilleros de Sierra Maestra, habían ganado su revolución y el día de Año Nuevo de 1959 entraban en la capital mientras el poder se diluía entre los dedos de
Fulgencio Batista.
Pero, por un momento, olvidemos cómo veían los cubanos el cambio de régimen. Ni siquiera pensemos en cómo lo vio el mundo entero o en cómo lo ve ahora.