¿Es inevitable la masificación?
Las grandes aglomeraciones de personas, especialmente agudizadas en algunos momentos, son seña de identidad de los sanfermines, pero ¿qué consecuencias ocasionan? ¿Cómo se gestionan? ¿Caben otros escenarios? ¿Hay opciones para el cambio?
Concierto sanferminero.
Aser Vidondo
Actualizado el 06/07/2021 a las 18:22
San Fermín prepandemia. Sábado. El reloj marca las 2 de la madrugada. Hace aún calor. Mucho calor. El día ha sido infernal. A la luz de la luna, retumban los oídos. La música suena fuerte en el concierto de la Plaza del Castillo, y suman decibelios las miles de personas que se arremolinan en el centro neurálgico pamplonés. Bailan, cantan, gritan... No cabe un alma. Distintos idiomas, distintas banderas, pero todos unidos en torno a la fiesta. Riadas de personas caminan en una u otra dirección con dificultad. Las pisadas hacen añicos vasos de plástico que inundan todo el suelo. Huele a orín. A sudor. Un camión del servicio de basura trata de abrirse paso a duras penas. A escasos metros, un grupo de franceses baila al son de ritmos africanos interpretados con mucha energía con cuatro bongos. El acceso a la calle San Nicolás, llena de bares, es un auténtico embudo. Imposible de atravesar. Bajar hacia la Estafeta se ve también complicado. Pero muchos no parecen estar de acuerdo y se lanzan a la aventura. Sin prisa, y a pequeños empujones, se van abriendo camino. La Plaza del Castillo, este sábado de madrugada sanferminero, parece una olla a punto de explotar. Y, aun así, cientos de personas, vaso en mano y con ganas de disfrutar, siguen llegando sin parar.