En 1964, apenas 19 años después de hincar la rodilla frente al gigante americano en la Segunda Guerra Mundial, Japón organizó unos históricos Juegos que sirvieron, entre otras cosas, para mostrar una imagen de modernidad que asombró al mundo. El olimpismo llegaba así a un nuevo continente y, de paso, ampliaba su predicamento gracias a las nuevas tecnologías. Syncom 3, el primer satélite geoestacionario del mundo, permitió que 600 millones de personas descubrieran un país que, preservando una milenaria cultura que, por ejemplo, tuvo hasta la II Guerra Mundial a un emperador con el rango de dios, se alejaba del exotismo de postal que Occidente llevaba siglos vendiendo.