La batalla de Wembley se anuncia furiosa, ruidosa y emocionante entre la sólida Inglaterra, con una ambición incrementada por la masiva presencia de sus aficionados, y una Italia hambrienta por recuperar su corona, el domingo en Londres.
A medida que se aproxima el día de la final, aumenta la presión, pero los rivales hacen como si nada. Como si disputar una primera final desde el Mundial-1966 no provocara temblores en las piernas de los ingleses. Como si medirse a un público hostil no preocupara a los italianos.
Un partido así "es enorme y el hecho de que sea en Wembley lo hace todavía más especial", pero el defensa John Stones no perderá el sueño por la idea de medirse a la 'Nazionale'.