En esta calurosa tarde de verano es un poco difícil recordar –por las incomodidades del clima– que se sigue siendo filósofo.Mi intención es referirme a un fenómeno de la naturaleza y a ese sol que en alguna u otra medida, podemos hacer nacer dentro de nosotros.Hace pocos días me preguntaban en una entrevista si los filósofos dejamos de trabajar en el verano. He tratado de explicar que cuando uno es filósofo, ama la sabiduría y siente inquietudes interiores, esto no se detiene con el verano, sigue toda la vida…