He vuelto al punto después de veinte años. Tejía mucho de joven. Luego lo dejé por un impulso como dejé de fumar de golpe, presa de aborrecimiento súbito. Igual me ocurrió con las gominolas y con los calamares en su tinta. Tras el atracón, repulsión. Con el punto me sobrevino la aversión tras un jersey negro oversize, lana muy fina y agujas mínimas. Me deshice de todo, así que no conservo en mi casa de hoy ni un vestigio de mi afición de ayer. Y he buscado hasta en el trastero, donde de aquella época feliz solo he hallado una caja repleta de diademas. Como han vuelto me las he probado pero o mi cara no es la misma o las diademas de ahora no son las de antes. Al menos las puedo legar a mis hijas.