EL DEDO EN EL GATILLO
Redonda y viene en caja cuadrada
Luis Beiro
Editor Lecturas de Domingo
Siempre he sido un bateador de líneas cortas. Jamás recorrí las bases por sacar la bola fuera del terreno. Desde que aprendí a batear con palos de escoba, el taco de madera salía con la fuerza de mis brazos por todo el cuadro o a lo corto de los jardines. No jugué en pequeñas ligas aunque fui reclutado por un escucha cuando estudiaba en octavo grado por lanzar la bola por el lado del brazo a 90 millas. Todo quedó ahí porque el día del tryout los nervios se amarraron a mis pies: la curva no acaba de cuajar, las rectas perdieron su esplendor y el radar cubano no llegó a marcar ni las 80 millas. Decidí, entonces, sobrevivir en el béisbol por mi buena vista.