El Caribe está de moda
Las crisis de Haití y Cuba
21·07·21
|
04:01
Aunque preferiría no estarlo. La culpa la tienen Haití y Cuba, dos países que sufren, uno, la corrupción y el desgobierno de un Estado fallido, y el otro, la corrupción y la planificación comunista. En ambos el resultado es catastrófico.
Haití es uno de los países más pobres del mundo. Según el Banco Mundial la mitad de su población vive por debajo del umbral de la pobreza, y es que la vida de los haitianos nunca ha sido fácil. Colonia francesa, alcanzó la independencia tras una revuelta de esclavos que alumbró un país viciado desde sus inicios por la pobreza, la corrupción y una violencia e inestabilidad política sin parangón. Los Estados Unidos tampoco han ayudado, pues no han dejado de intervenir a lo largo de la historia: lo ocuparon entre 1915 y 1935 y luego apoyaron las sangrientas dictaduras de François Duvalier (“Papa Doc”) y de Jean-Claude Duvalier (“Baby Doc”), que duraron otros treinta años y que dejaron al país institucionalmente desarbolado, sin élites políticas, empobrecido y endeudado, mientras los europeos mirábamos impúdicamente hacia otro lado. Volvieron a invadirlo en 1994 y solo se fueron en 2004, una vez que Bill Clinton le impuso un bloqueo económico similar al cubano que hizo mucho daño a su maltrecha economía. Luego llegó el terremoto de 2010, que dejó más de 300.000 muertos y millón y medio de desplazados. La ayuda internacional contribuyó a reconstruir infraestructuras, pero no mejoró el marco institucional haitiano ni contribuyó a la gobernanza, y la última prueba ha sido la llegada a la Presidencia del hasta entonces desconocido Jovenel Moïse, ahora asesinado, que fue encumbrado por su predecesor, el músico populista Martelly, para usarlo como marioneta que le librara de imputaciones por corrupción. Pero Moïse, una vez nombrado, ha dado muestras de tener alma de dictador, se apegó al sillón, creó una policía política a su medida y se rodeó de matones violentos... que no impidieron su confuso asesinato por un grupo de colombianos chapuceros que ni siquiera planearon bien su fuga. Su muerte abre una crisis constitucional, porque el sustituto del asesinado debía ser el presidente del Tribunal Supremo que ha muerto por covid hace unos días (en Haití no se ha puesto hasta la fecha una sola dosis de ninguna vacuna), y, por si fuera poco, un par de primeros ministros compiten por la sucesión. El caos es total, y nadie sabe si se celebrarán elecciones en septiembre, como estaba teóricamente previsto. Y si se celebran es probable que tampoco solucionen nada, porque Haití es un Estado fallido.