EDITORIAL | La credibilidad de Pedro Sánchez
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27/jun./21
27/jun./21
El problema de modificar una postura sobre un tema es hacerlo sin explicar los argumentos reales que han provocado esa transformación. Así es imposible no pensar que en realidad lo único que ha variado es el interés, y por eso recordar cómo cada vez que Pedro Sánchez realiza uno de sus giros copernicanos se escuda en el “progreso” y el “bien de España” -curiosamente siempre alineados con su estrategia- certifica que si Keynes decía “cuando los hechos cambian, yo cambio” el presidente del Gobierno se va moviendo arrinconado por sus socios o para intentar maximizar los beneficios, en una sucesión de objetivos cortoplacistas facilitados por ser un político de principios gaseosos. Esto, hay que reconocérselo, sí lo mantiene desde sus inicios: él se presentó a las primarias socialistas del 2014 como el candidato centrista, alertó contra los populistas -“el final del populismo es la Venezuela de Chávez”, analizaba- pero se negó a facilitar el gobierno de Rajoy, intentó gobernar con Ciudadanos y luego con Podemos, después en 2019 decía que no podría dormir tranquilo con Iglesias en el Gobierno, aseguró que nunca pactaría con independentistas y solo unos días después ya tejía ese gobierno bautizado como Frankestein por Rubalcaba -orillado por Sánchez de forma indigna para laminar cualquier resistencia interna en el PSOE-. Aquí lo importante es la supervivencia en el poder y por eso llegado el momento Sánchez atropellará al viejo Sánchez, vestirá la nueva postura con grandilocuencia, alguna cita de Azaña u Ortega y Gasset y prepará otro trampantojo. Se aprecia en la “campaña” de los indultos: tras pedir durante años anular la figura del perdón por motivos políticos, apoyó el 155, prometió el cumplimiento íntegro de las penas, evitó el asunto en las autonómicas catalanas de hace cuatro meses y ha acabado sacando de la cárcel a sus aliados parlamentarios justo el día antes de bajar el IVA de la luz y certificar el fin de las mascarillas al aire libres, dos días antes de hacerse efectiva la ley de la eutanasia y a las puertas del primer fin de semana veraniego.