Pronosticar revoluciones es, como cualquier otro vaticinio, un ejercicio de imprudencia. Aun conociendo ese detalle cuesta no pensar en una revolución, en un cambio profundo y abrupto en la realidad, ante la imagen de un pequeño vehículo autónomo, alimentado por energía solar y dotado de inteligencia artificial, abriéndose paso en el barro colorado de una huerta misionera, analizando el suelo y el estado de las plantas y enviando toda esa información a un celular. Más aún si ese robot fue íntegramente diseñado y fabricado en la provincia.
La apuesta de Misiones a la economía del conocimiento está rindiendo frutos mucho antes de lo que cualquiera podría prever. Lo que hasta hace poco eran solamente un sueño que parecía muy lejano para un territorio geográfica e históricamente periférico como Misiones, se convirtió en