WASHINGTON —
El gobierno del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, trazó una estrategia para contener una variante del virus. Entonces apareció otra mucho más contagiosa.
Biden alcanzó esta semana -con un mes de retraso- su objetivo de que el 70% de los adultos de Estados Unidos hayan recibido al menos una dosis de vacuna contra el COVID-19. Concebido en principio como una afirmación de la resiliencia estadounidense para coincidir con el Día de la Independencia, el hito ofrecía ahora poco que celebrar.
Impulsados por la variante delta del virus, los nuevos contagios están en una media de más de 70.000 al día, por encima del pico del verano pasado cuando no había vacunas disponibles. Y los Centros de Control y Prevención de Enfermedades han sido criticados por expertos en la comunidad médica y científica por sus cambios de opinión sobre el uso de mascarillas.