Todos
necesitamos cariño, pero la barcelonesa Alicia Esteve Head quizás necesitó un poquito más. En concreto, una cantidad equivalente al volumen de las extintas Torres Gemelas.
Aunque para ello tuviera que construir, tejiendo como una sudorosa casandra silente, una de las mentiras más fastuosas, sofisticadas y bellas de lo que va de siglo.
En el inicio siempre hay una herida. En el caso de Esteve Head, en el brazo.
De camino a Valencia con unas amigas a finales de los años 90, la joven, veinteañera, sufrió un accidente de coche.
Ninguna broma: en el choque le fue viviseccionado el brazo izquierdo, que salió volando y hubo de serle reimplantado de urgencia en el quirófano más cercano.