28 de julio 2021 , 08:00 p. m.
Lo que más nos gusta de los Juegos Olímpicos no es solo el deporte, que a veces parece ser lo de menos, sino la literatura: las historias que allí se escriben o se revelan y nos hacen llorar al mismo tiempo de alegría y de tristeza. El dolor de un pesista colombiano que pasó su vida en la miseria antes de bañarse de gloria; la leyenda de una ciclista austriaca a la que nadie conocía y que se ganó la medalla de oro.
En este último caso los detalles son enternecedores y épicos: Anna Kiesenhofer, una doctora en matemáticas y filosofía, llegó a Tokio casi por descarte, colándose apenas en el último tren. Tiene 30 años, una edad que ya a estas alturas de la vida, y en el ambiente precoz de los deportistas, parece la decrepitud. Y ganó con tanta holgura que la que llegó de segunda, una profesional, pensó que la ganadora había sido ella.