Resultó ser algo monumental.
Warholm conquistó una medalla de oro y destrozó su propio récord mundial, uno que hace poco más de un mes había logrado ante sus compatriotas en Oslo.
Resultó ser una obra maestra del atletismo, tal vez una de las mejores carreras de todos los tiempos.
“Ni en mi más loca imaginación lo hubiera creído posible", dijo Warholm tras parar el reloj con un tiempo de 45,94 segundos.
Hizo trizas el previo récord, por 76 centésimas. La palabra descomunal se queda corta.
Fue una carrera tan vertiginosa que el segundo, el estadounidense Rai Benjamin, también eclipsó el viejo récord de Warholm por más de medio segundo al marcar 46,17.