La Policía montada patrulla estos días por las calles de Oviedo por si hubiera que refrenar excesos pollinos en las fiestas de San Mateo o sujetar las bridas a los mozalbetes que campan a sus anchas, en actitud beoda, como si fueran la caballería de Atila o la versión 2.0 de los cosacos del Don. Para coercer a los que se desbocan, para parar los pies a los ligeros de cascos o poner en su sitio a los que abusan de la coz y el rebuzno ha llegado de Madrid un prestoso destacamento ecuestre. Con caballos de verdad, no de pega como los del tiovivo de la plaza de la Catedral.